Leí
el libro que sirve de imagen a esta entrada a principios de los años 80 y le he
vuelto a releer de nuevo al menos un par de veces. Recuerdo que me impactó
sobremanera y como los tiempos han cambiado estoy convencido que una nueva
lectura aportaría nuevas claves sobre el tema. La trama relata el devenir de
una compañía de suministro eléctrico con grandes problemas para mantener su
actividad y toda una pléyade de personajes y sucesos alrededor. En el fondo es una denuncia
social y un SOS urgente al control de una de las fuentes básicas de energía hoy
en día cuya ausencia crearía sin duda un clima de tensión inimaginable.
En
los veranos de los años sesenta, mi abuela nos llevaba a mi hermano y a mí a
pasar unos días en su pueblo toledano con motivo de las fiestas. Nos
acoplábamos como podíamos en la pequeña casa de mi tía Palmira, donde además
del matrimonio habitaban cuatro primos. El único suministro que llegaba a
aquella casa era la luz eléctrica. El agua había que irlo a buscar con cubos a
una fuente que la verdad estaba cercana, no como ahora seguimos oyendo hablar
de africanos que tienen que recorrer varios kilómetros para obtenerla. Tampoco
había baño, por lo que había que utilizar el corral de las gallinas en la parte
posterior de la casa para eso que estamos pensando. La cocina se alimentaba con
leña o carbón. Así pues, la subsistencia estaba asegurada de forma
independiente del exterior porque cuando se iba la luz se encendían velas. El
único aparato enchufable que recuerdo había en la casa era una vieja radio que
estaba en una repisa en el comedor.
Al
levantarme, tras el preceptivo y obligado saludo al Sr. Roca, lo primero que
hago todos los días es encender el ordenador y echar un vistazo al correo
electrónico, las cuentas bancarias, los periódicos y lo que se vaya terciando. En
mi camino desde la habitación al ordenador paso por la zona de la casa donde se
encuentra el rúter, que un día de esta semana presentaba uno de sus pilotitos
led en rojo, concretamente el que indica la conexión exterior a internet, que
estaba caída, con lo que mis primeras operaciones del día eran imposibles de
realizar. La cosa parece simple, pero es algo más grave: el teléfono fijo desde
la instalación de fibra telefónica depende de la conexión a internet, así que
no podemos llamar al servicio de atención al cliente; menos mal que tenemos los
móviles para suplir esta falta de teléfono.
Esta
misma semana, también, las desgracias nunca vienen solas, hemos estado un día
sin agua. Vinieron de la compañía a cambiar el contador de otro vecino y no sé qué
hicieron que me dejaron sin agua y además sin querer saber nada en el servicio
de averías en el que me indicaban que sería
un asunto particular y que tendría que arreglar yo por mi cuenta. Tuve que
llamar a un fontanero, conseguir que viniera con una cierta premura y sí, el
problema era mío. porque tenía un resto de junta de goma obstruyendo mi tubería
en el cuarto de contadores de la casa, donde nadie tiene acceso salvo los
operarios que vinieron a cambiar el contador. ¿Cómo apareció ese resto de goma
allí? Misterios de las tuberías que ya van teniendo unos años y acumulan
basurilla en su interior. Pero centrándonos en el tema, un día sin agua en una
casa actual es un verdadero problema. Y no hay fuente cercana a donde ir con
los cubos a buscarla.
Los
suministros que tenemos en las casas hoy en día son variados. Podríamos
considerar como básicos tres: electricidad, agua y gas/gasoil, aunque el asunto
del teléfono y la conectividad a internet no deja de ser tan importante o más
que aquellos. Y para darse cuenta de su alcance nada como quedarse sin ellos. Los
aparatos echufables y por lo tanto dependientes del suministro eléctrico son innumerables
en una casa: sin luz no funciona prácticamente nada. Por ejemplo, aunque
tengamos gas/gasoil y agua, la caldera sin luz no funcionará. Y así montones de
aparatos de la casa, entre ellos el rúter y por ello la telefonía fija y la
conexión a internet. Nos quedarán los móviles… siempre y cuando los tengamos
con las baterías cargadas y el problema eléctrico haya sido en nuestra casa o
zona, porque si es general…
Un
apagón es un corte generalizado en el suministro eléctrico de una zona amplia o
incluso de un país, aunque el diccionario lo define de una manera más ligera
con «interrupción pasajera del suministro
de energía eléctrica». Ya hemos hablado en otra entrada del blog de un
asunto que está cobrando fama en estos días como son las «DISTOPÍAS». Una de
ellas bastante lograda que he escuchado recientemente se titula «El gran apagón».
Está disponible de forma libre en internet en formato «PÓDCAST» y son una
veintena de capítulos en tres temporadas que tratan de los hechos que pudieran tener
lugar si se produjera un apagón mundial generalizado. Hay fantasía a raudales,
pero también enseñanzas que podemos asimilar por si nos tocara vivirlo.
Para
estar preparado en esta vida para afrontar cualquier asunto, lo mejor es
entrenar y eso lo podemos hacer a nivel individual. Yo esta semana me he
entrenado unas cuantas horas a estar sin internet —aunque tenía en el móvil—
y sin agua. Cuando nos falta algo o alguien es cuando realmente nos damos
cuenta de nuestra dependencia de ello. Estar sin suministro eléctrico un tiempo
sería catastrófico a nivel individual y mucho peor si es a nivel general. Podemos
comprarnos un generador por si llega el caso, pero es tan remoto, o eso nos
parece, que pocos particulares anidarán en su cabeza pensamientos de disponer
de un generador por si acaso.
Para
terminar y como mera curiosidad, he encontrado otros dos libros con ese mismo título:
«El apagón». Uno de Connie Willis publicado en 2011 y otro que aparecerá el próximo
dos de julio de 2018 y cuyo autor es Esteban Navarro Soriano. Habrá que
echarlos un vistazo, porque seguro que aportan nuevos matices sobre el asunto.
Pero, insisto, un apagón habría que vivirlo, aunque por el momento todos
prefiramos no hacerlo.