En una
película española de 1958 titulada «Las chicas de la Cruz Roja» hay una escena
que dura apenas un minuto en la que uno de los protagonistas, Tony Leblanc,
llega en Vespa para intervenir como mecánico en un coche averiado en mitad de
una calle madrileña. En pocos segundos, aprieta un tornillo y soluciona el
problema. El dueño del coche se queda asombrado por la «factura» del arreglo,
¿Veinte duros ─de los de entonces─ por apretar un tornillo? El bueno de Tony
responde: «Apretar un tornillo es gratis. Los veinte duros se cobran por saber
qué tornillo había que apretar». Esta secuencia puede verse en la plataforma
Youtube pulsando en este enlace.
Esta
fábula tiene su reflejo en una historia real. Charles P. Steinmetz, un excéntrico
ingeniero que trabajaba en General Electrics, cobró a Henry Ford 10.000 dólares
por realizar una marca de tiza en un generador eléctrico averiado: era el punto
de referencia para eliminar 16 vueltas de la bobina del generador. Henry Ford
reaccionó con estupor ante el precio, pero abonó religiosamente la factura al
conocer el detalle: «Hacer una marca de tiza: $1. Saber dónde hacer la marca:
$9.999”. Como dato adicional decir que Steinmetz murió en 1923.
En
estos días he puesto término a mi vida laboral como informático de grandes
ordenadores, tras 45 años de brega continua. Por diferentes razones que no
vienen al caso, la experiencia que haya podido acumular a lo largo de estos
años va a pasar a desvanecerse como el humo. Las condiciones laborales han
cambiado mucho y no se fomenta hoy en día el traspaso de experiencia de unos a
otros.
Corría
1973 cuando realicé en IBM una serie de cursos de formación en informática de
grandes ordenadores que permitieron mi incorporación a lo que entonces se
denominaba Equipo Electrónico de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid.
Fueron seis meses de formación acelerada pero cuando me encargaron mi primer
trabajo me pude dar cuenta de que la teoría no era suficiente: se requería un
cierto conocimiento del sitio y de cómo estaban implementadas las cosas
precisamente en ese sitio para aplicar la teoría generalista recibida. En
aquellos tiempos las relaciones laborales eran de otra manera y los «viejos»
del departamento se desvivían por enseñarnos y responder a nuestras preguntas
de pipiolos. Y ello era porque tenían la conciencia de que estábamos allí para
ayudarles, no como se piensa ahora que cuando el aprendiz esté disponible, al
maestro le espera un despido inminente.
La
experiencia en cualquier cometido se obtiene con el paso de los años, a base de
solucionar problemas, acometer nuevos proyectos y capear el día a día. La
colaboración entre personas de un mismo departamento es vital para ir
enriqueciendo el acervo de cada uno. El que sabe mucho, pero se guarda sus sapiencias
en el cajón bajo llave, poco aporta.
Con
el paso del tiempo, es normal que las situaciones se repitan, aunque siempre
pueden surgir matices lógicos por la evolución. También depende de la actitud
de las personas que integren un departamento y de la dirección del mismo. Hace
años ocurrió un suceso informático en una de las empresas en las que laboraba. Me
tenían por aquel entonces arrinconado y sin participar activamente en los
proyectos. El hecho tuvo en jaque al departamento durante casi dos semanas…
hasta que tuvieron a bien preguntarme. Yo sabía el tornillo que había que
apretar porque exactamente el mismo hecho me había ocurrido en una empresa
anterior y lo habíamos solucionado. Experiencia, bendita experiencia.
La
formación y la mejora de las capacidades del personal no está de moda en las
empresas. Dedicar tiempo y dinero al mejoramiento del personal es un quebranto porque en cualquier momento se van a marchar, o los vamos a echar. El
pensar, como se hacía antaño, que nos íbamos a jubilar en la misma empresa es
una quimera. Por ello, el traspaso de experiencia de unos empleados a otros es
un asunto que ni se cultiva ni se fomenta.
«En
ocasiones se comete el error de juzgar el valor económico de un servicio
prestado en función del tiempo que requiere realizarlo. En ciertos tipos de
trabajos este método de valoración puede ser perfectamente válido, sin embargo,
hay otra serie de actividades profesionales donde el verdadero valor no está en
el tiempo empleado sino en los conocimientos que se poseen».
Hay
una frase muy significativa de Sir Laurence Olivier que dice así: «La experiencia es algo que no consigues
hasta justo después de necesitarla». Es mucho el tiempo y el esfuerzo que
hay que emplear para enriquecer la experiencia personal. Y es una lástima el
que se pierda sin podérsela transmitir a otros.