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domingo, 15 de julio de 2018

PERICIA




En una película española de 1958 titulada «Las chicas de la Cruz Roja» hay una escena que dura apenas un minuto en la que uno de los protagonistas, Tony Leblanc, llega en Vespa para intervenir como mecánico en un coche averiado en mitad de una calle madrileña. En pocos segundos, aprieta un tornillo y soluciona el problema. El dueño del coche se queda asombrado por la «factura» del arreglo, ¿Veinte duros ─de los de entonces─ por apretar un tornillo? El bueno de Tony responde: «Apretar un tornillo es gratis. Los veinte duros se cobran por saber qué tornillo había que apretar». Esta secuencia puede verse en la plataforma Youtube pulsando en este enlace.


Esta fábula tiene su reflejo en una historia real. Charles P. Steinmetz, un excéntrico ingeniero que trabajaba en General Electrics, cobró a Henry Ford 10.000 dólares por realizar una marca de tiza en un generador eléctrico averiado: era el punto de referencia para eliminar 16 vueltas de la bobina del generador. Henry Ford reaccionó con estupor ante el precio, pero abonó religiosamente la factura al conocer el detalle: «Hacer una marca de tiza: $1. Saber dónde hacer la marca: $9.999”. Como dato adicional decir que Steinmetz murió en 1923.


En estos días he puesto término a mi vida laboral como informático de grandes ordenadores, tras 45 años de brega continua. Por diferentes razones que no vienen al caso, la experiencia que haya podido acumular a lo largo de estos años va a pasar a desvanecerse como el humo. Las condiciones laborales han cambiado mucho y no se fomenta hoy en día el traspaso de experiencia de unos a otros.


Corría 1973 cuando realicé en IBM una serie de cursos de formación en informática de grandes ordenadores que permitieron mi incorporación a lo que entonces se denominaba Equipo Electrónico de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid. Fueron seis meses de formación acelerada pero cuando me encargaron mi primer trabajo me pude dar cuenta de que la teoría no era suficiente: se requería un cierto conocimiento del sitio y de cómo estaban implementadas las cosas precisamente en ese sitio para aplicar la teoría generalista recibida. En aquellos tiempos las relaciones laborales eran de otra manera y los «viejos» del departamento se desvivían por enseñarnos y responder a nuestras preguntas de pipiolos. Y ello era porque tenían la conciencia de que estábamos allí para ayudarles, no como se piensa ahora que cuando el aprendiz esté disponible, al maestro le espera un despido inminente.


La experiencia en cualquier cometido se obtiene con el paso de los años, a base de solucionar problemas, acometer nuevos proyectos y capear el día a día. La colaboración entre personas de un mismo departamento es vital para ir enriqueciendo el acervo de cada uno. El que sabe mucho, pero se guarda sus sapiencias en el cajón bajo llave, poco aporta.


Con el paso del tiempo, es normal que las situaciones se repitan, aunque siempre pueden surgir matices lógicos por la evolución. También depende de la actitud de las personas que integren un departamento y de la dirección del mismo. Hace años ocurrió un suceso informático en una de las empresas en las que laboraba. Me tenían por aquel entonces arrinconado y sin participar activamente en los proyectos. El hecho tuvo en jaque al departamento durante casi dos semanas… hasta que tuvieron a bien preguntarme. Yo sabía el tornillo que había que apretar porque exactamente el mismo hecho me había ocurrido en una empresa anterior y lo habíamos solucionado. Experiencia, bendita experiencia.


La formación y la mejora de las capacidades del personal no está de moda en las empresas. Dedicar tiempo y dinero al mejoramiento del personal es un quebranto porque en cualquier momento se van a marchar, o los vamos a echar. El pensar, como se hacía antaño, que nos íbamos a jubilar en la misma empresa es una quimera. Por ello, el traspaso de experiencia de unos empleados a otros es un asunto que ni se cultiva ni se fomenta.


«En ocasiones se comete el error de juzgar el valor económico de un servicio prestado en función del tiempo que requiere realizarlo. En ciertos tipos de trabajos este método de valoración puede ser perfectamente válido, sin embargo, hay otra serie de actividades profesionales donde el verdadero valor no está en el tiempo empleado sino en los conocimientos que se poseen».


Hay una frase muy significativa de Sir Laurence Olivier que dice así: «La experiencia es algo que no consigues hasta justo después de necesitarla». Es mucho el tiempo y el esfuerzo que hay que emplear para enriquecer la experiencia personal. Y es una lástima el que se pierda sin podérsela transmitir a otros.