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domingo, 18 de noviembre de 2018

ELÉCTRICOS




Los que tengan ya unos años recordarán sin duda la profunda crisis que tuvo lugar en los años setenta del siglo pasado, concretamente en 1973, que ocurrió a nivel mundial y acabó siendo denominada «Crisis del Petróleo». La dependencia del parque automovilístico  y de la industria de los combustibles derivados del petróleo puso todo patas arriba y parecía que a largo plazo había que remplazar la energía que moviera los vehículos.


Pasó el tiempo y no parecía que ninguna empresa estuviera interesada en abordar investigaciones, serias y profundas, que permitieran un plazo razonable sustituir gasolinas y gasóleos y dotar a los vehículos de un sistema de propulsión diferente. Se hicieron algunas incursiones en el mundo del gas, pero fueron pocos los vehículos que pasaron a este nuevo combustible que por cierto ahora vuelve a la carga. Se habló también de inventos como el famoso motor de agua, pero todo indicaba que el poderío económico de las grandes petroleras hacían olvidar estas investigaciones.


Hace relativamente pocos años, la «locura» de una nueva empresa de fabricación de automóviles que anunciaba una propulsión cien por cien eléctrica parece que puso en guardia al resto de empresas que empezaron una alocada carrera de investigación. Ya había bastantes coches híbridos, esto es, propulsados por baterías eléctricas y alternativamente por gasolina o gasóleo, pero la cosa no acababa de cuajar. El anuncio de Tesla y sus coches cien por cien eléctricos removió los cimientos del mercado.


En mi opinión, no sé si modesta pero desde luego atrevida, el coche eléctrico es un tremendo error, un error descomunal. Lean la siguiente cita recogida de este excelente artículo en Eldiario.es:



Los datos científicos apuntan a que, en las próximas décadas, el continuo crecimiento del consumo de energía que hemos disfrutado desde mediados del siglo XVIII se va a acabar. Vamos a tener que realizar una gran transición hacia una sociedad que no dependa de los combustibles fósiles y cada vez más científicos/as estamos alertando de que ésta no va a poder basarse únicamente en cambios tecnológicos. En esta misma década, para poder reaccionar frente al pico del petróleo, vamos a tener que emplear herramientas de todo tipo: sociales, económicas, políticas, etc., medidas que casan muy mal con nuestra economía de mercado y que van a requerir importantes niveles de conciencia ciudadana y voluntad política.



En estos últimos días, las noticias nos inundan en una loca apuesta de los Gobiernos por los coches eléctricos y anuncian el Armagedón a largo plazo, años 40 o 50 de este siglo, prohibiendo los motores de combustión de forma radical. Desde luego de cara a la contaminación del planeta y de las grandes ciudades esto será un paso tan grande casi como el que dio Neil Armstrong en la luna hace casi 50 años. Pero el sector se lleva las manos a la cabeza: las empresas automovilísticas no están preparadas para fabricar en serie y en grandes tiradas coches eléctricos, las gasolineras han puesto el grito en el cielo por los costes y la poca rentabilidad actual de convertirse en «electrolineras» —palabra que no ha llegado todavía al diccionario— y mucho me temo que la economía de los países, basada en unos impuestos estratosféricos sobre los carburantes, pueda resistir renunciar a estos ingresos. De hecho, parece que cuando las arcas del Estado están bajas suben los precios de los carburantes, especialmente en días como puentes y vacaciones, sin una razón que parezca más plausible que recaudar más.


Por experiencias en otros sectores a no tan gran escala, el asunto de las baterías está todavía un poco verde. ¿No andamos todos a vueltas con los teléfonos día tras día por culpa de la batería? Hay anuncios de que no solo será difícil tener materiales básicos para fabricar tantas baterías, sino que serán un problema a la hora de su desecho, por su alto poder contaminante.


Las que sí se frotan las manos con este asunto con las compañías de electricidad. Ya apuestan por esto del coche eléctrico y dicen que se van a lanzar en una carrera desenfrenada a instalar puntos de recarga de vehículos por toda la geografía nacional para sumarse al carro. Es una forma añadida de vendernos más electricidad y a unos precios que están por ver. Ya tenemos en nuestras casas una factura desorbitada de la luz como para añadir nuevos consumos bien en nuestras viviendas para recargar los vehículos bien en «electrolineras» o puntos de recarga que no serán precisamente gratuitos. Y añado, tampoco serán rápidos, pues se anuncian tiempos de al menos veinte minutos para recargar parcialmente los vehículos. Si ahora muchas veces nos desesperamos en las gasolineras por el tiempo que se tarda en repostar… ¿estamos dispuestos a sumir el tiempo, muy superior, en todo caso, de recarga de nuestro coche eléctrico?


Paralelamente a todo esto, el Gobierno español anuncia que quiere cerrar todas las centrales nucleares. Yo ya no sé cómo entender todo este galimatías. ¿Cómo va el país a producir la ingente cantidad de electricidad añadida que supondría un parque de vehículos cien por cien eléctrico?


En la entrada de este blog titulada «RECARGA», de la que por cierto he reutilizado la fotografía, se hablaba también de estos asuntos. Era septiembre de 2017, hace un año, pero el mercado no se había disparado con anuncios demonizantes de los vehículos de combustión. Los diésel, poco menos que han quedado proscritos, a pesar del esfuerzo en investigación que las empresas, algunas de ellas que no han optado por hacer trampa— para reducir las emisiones de este carburante. ¿Recuperarán toda esta inversión si siguen las ventas de vehículos diésel cayendo en picado como en estos últimos meses?


Las cosas no se pueden arreglar a martillazos, decretos apocalípticos y bandazos en uno u otro sentido que dejan a empresas y particulares con el paso cambiado. No hemos hecho los deberes durante muchos años y ahora los queremos hacer la noche antes del examen. Pues lo más normal es que nos equivoquemos y fracasemos.


Toda la investigación que se está dedicando al vehículo eléctrico debería enfocarse según la voz autorizada de algunos expertos, hacia la alimentación por pila de hidrógeno, elemento muy abundante en la naturaleza, que necesitaría una pequeña pila para activarse y que «contaminaría» la atmósfera con vapor de agua. Como ya recomendaba en la entrada antes aludida, una lectura muy esclarecedora sobre el asunto puede encontrarse en el libro de Jeremy Rifkin titulado «La economía del hidrógeno» del cual puede leerse una reseña en el blog amigo de A leer que son dos días haciendo clic en este enlace


La energía eléctrica es limpia, pero su producción no y menos ahora que España ha abandonado una investigación puntera en energías renovables como la eólica o la solar dejándonos en manos de las empresas hidroeléctricas que nos sangran como sanguijuelas.


Las calles de pueblos y ciudades están atestadas de coches aparcados. ¿Cómo se recargarían estos coches si fueran eléctricos? En resumen, energía limpia para los vehículos desde luego que sí. El medio ambiente lo necesita. Pero con electricidad y baterías puede que sea el camino adecuado.

Van saliendo noticias esperanzadoras...