Aparte de que lo veamos nosotros mismos, los medios están llenos de vídeos tomados por los helicópteros y ahora también drones de la DGT en los que puede verse a conductores con sus vehículos en marcha haciendo las cosas más variopintas —usando móviles, revisando papeles, pintándose los labios…— cuando no circulando a mayor velocidad de la permitida o haciendo maniobras peligrosas por supuesto prohibidas. Ayer mismo me senté por unos minutos en un banco de un parque cercano a mi domicilio desde el que se puede contemplar un cruce señalizado con un STOP. Conté hasta cien vehículos antes de marcharme. ¿Puede acertar cuantos hicieron el STOP? Tan sólo siete, el resto convirtió la señal de STOP en un CEDAelPASO y tan felices.
He insistido una y otra vez en el fracaso social que supone el tráfico en materia de educación como un síntoma de otras materias donde la sociedad española transita por los mismos o parecidos derroteros cuando no peores. Todos conocemos las señales de tráfico, pero las adaptamos a nuestra conveniencia según la situación; el único momento malo es si nos pilla el guardia y nos hace una «receta». Pero no hay un guardia para cada ciudadano las veinticuatro horas del día.
Ahora están de moda las cámaras de vigilancia en las ciudades. ¿Podrían utilizarse para reconducir estas actitudes? No tanto con multas en los primeros momentos, pero si con mensajes SMS o por correo ordinario o electrónico del tipo: «El sábado 9 de octubre de 2021 a las 10:15 se ha saltado Vd. el STOP situado en la confluencia de las calles tal y tal. Sirva esto como aviso; quizá la próxima vez sea una multa. Saludos cordiales».
Se toleran muchas actitudes, no están muy mal vistas del todo, y así es muy difícil que la sociedad vaya cumpliendo las normas. Lamentablemente parece que solo la mundialmente conocida como «jarabe de palo» es la medicina que nos haría entender que las normas están por el bien de todos.
Observe la fotografía de esta entrada. De sobra es conocido que no se pueden aparcar los coches subidos a las aceras, pero cuando este vecino ha tenido que implorar al ayuntamiento la colocación de dos bolardos en la entrada de su domicilio supongo que no habrá sido por gusto sino por haberse encontrado la entrada de su casa taponada por los vehículos que ignoran la norma. Las aceras son estrechas, muy estrechas y encima uno de los bolardos está doblado hacia adentro, lo que dificulta, por ejemplo, el paso de un carrito de niño o una silla de ruedas.
Por si fuera poco, el vehículo aparcado que vemos en la imagen está claramente subido a la acera, de modo deliberado, para evitar que le hagan una caricia en su lateral los coches y furgonetas que pasan por la calle, muy estrecha, y en la que producen enganchones y ralladuras con mucha frecuencia. La Policía Municipal lo sabe, el Concejal de Tráfico también, pero los días van pasando y no se elimina el aparcamiento de uno de esos dos laterales de una calle estrecha que no genera más que problema tras problema: espejos rotos, parachoques arrancados, camionetas de reparto atascadas, laterales rayados…
Las aceras están llenas de bolardos que, además de afear considerablemente la vista, provocan no pocos accidentes en rodillas de viandantes o chapa de los vehículos. La definición que hace el diccionario de bolardo es «obstáculo de hierro, piedra u otra materia colocado en el suelo de una vía pública y destinado principalmente a impedir el paso o aparcamiento de vehículos». Obstáculos por centenares en las vías públicas por la incapacidad de hacer cumplir una norma. Y no mejoramos…