El tiempo transcurre a una endiablada velocidad especialmente cuando se tienen muchos años cumplidos. Tenía la sensación de que hacía menos años que escribí en este blog la entrada «INEFABLE», pero ya han transcurrido algo más de once años de ella. En esta semana de octubre de 2021 he vuelto a repetir la experiencia que allí se relataba, pero en otro lugar.
En un curso sobre la Historia del Real Sitio de San Lorenzo del Escorial se mencionó la Comunidad Jerónima como la elegida por Felipe II para hacerse cargo de la construcción y mantenimiento de su monasterio de El Escorial allá por el siglo XVI. Los Jerónimos es una orden monástica fundada dos siglos antes, en el siglo XIV, y que llegó a tener «muy buena sintonía» con los reyes españoles en los primeros siglos de su fundación. Solo se implantó en la península Ibérica, España y Portugal, renunciando a expandirse fuera de estas fronteras, lo que puede ser uno de los determinantes de su próxima desaparición en su versión masculina. Llegaron a tener alrededor de 60 monasterios de gran importancia como los de Guisando, Guadalupe, Yuste, San Jerónimo el Real de Madrid, Belem en Lisboa… además del ya citado de San Lorenzo del Escorial.
En el citado curso se hizo referencia al último sitio monacal de los jerónimos en la actualidad: El monasterio de Santa María del Parral, en Segovia. Mira que he ido veces y veces a Segovia y no conocía ese monasterio. Indagando para efectuar una visita al mismo, pude constatar que por la pandemia las visitas están canceladas en estos momentos, octubre de 2021, pero en su magnífica página web pude ver que estaba abierta otra posibilidad: la hospedería monástica.
La entrada «INEFABLE» antes aludida relataba mi magnífica experiencia en 2010 en otra hospedería monástica, la de la Abadía de Santo Domingo de Silos, a la que remito al lector como complemento a esta. ¿Por qué no repetirla? Una llamada telefónica me permitió contactar con el monasterio y acordar mi estancia en él durante tres días. Mi experiencia anterior me sirvió para ya tener una idea, pero ha pasado el tiempo y al ser otro el lugar y otra la orden monástica, las condiciones eran algo diferentes y sobre todo más restrictivas en algunos aspectos, como por ejemplo no poder salir del monasterio en los días que durara la estancia, cosa que, en Silos, en aquellos años, no era así. Un aspecto a resaltar es, en estos tiempos, que la estancia es completamente gratuita, quedando a juicio del visitante el aportar un óbolo de ayuda a los monjes si lo estima oportuno, pero sin ninguna obligación.
Han sido tres días de gran sosiego, de infinita paz, de meditación y reencuentro con uno mismo, deambulando por los espacios permitidos del monasterio, compartiendo con los monjes sus rezos —todos ellos, de forma voluntaria—, paseando por el claustro y la huerta, disfrutando de la misma comida y en el mismo refectorio que los monjes, y compartiendo no todos los espacios del monasterio pues algunos de ellos son de clausura y están reservados e inaccesibles a los huéspedes. Curiosamente, uno de los espacios no accesibles es la propia iglesia del monasterio. Comentado el hecho con fray Alfonso, mi hospedero y único al que podía dirigirme, se brindó a enseñarme la iglesia y también, por añadidura, la biblioteca, ambas magníficas; espero volver en algún momento como mero visitante turístico cuando se reabran las visitas para poder contemplar con más detenimiento y en todo su esplendor la imponente iglesia.
Es de resaltar la riqueza en general del monasterio y eso que sufrió un gran despojo por parte de las tropas francesas a comienzos del siglo XIX que fue seguido en 1837 por la Desamortización de Mendizábal que motivó la expulsión de los monjes. Abandonado y saqueado durante ochenta años, el conjunto monástico recuperó su esplendor al ser declarado monumento nacional en 1914, bastante restaurado y cedido de nuevo a la Orden Jerónima que renació en 1925 de la mano del beato Manuel Sanz.
Lo más resaltable de esta nueva experiencia ha sido el silencio. Aparte de las palabras de bienvenida y despedida por parte de fray Alfonso, en una de las ocasiones que me crucé con el prior en el claustro me dirigió un único vocablo: ¡Bienvenido! Es la norma y me parece bien, no interaccionar con los monjes, que están a sus cosas y no para hacer comentarios y chascarrillos con los huéspedes. Una soledad compartida y un silencio enriquecedor que ha durado tres días. Pero mi aislamiento no ha sido total, ya que en la habitación disponía de elementos de comunicación con el mundo —teléfono, ordenador y una excelente wifi— que me permitieron no desconectar completamente, porque solo a última hora del día, en el retiro nocturno, hablaba por teléfono con mi familia o leía algún periódico digital, amén de algunos correos electrónicos y wasaps con amigos y conocidos, algunos de los cuales sabían, pero otros no, donde me encontraba.
El título de esta entrada, —O.S.H.— llamó mi atención en un primer momento. Yo conocía otras siglas parecidas, O.S.A., por haberlas visto añadidas a los nombres de padres agustinos en artículos o libros. «O.S.H.» significa Ordo Sancti Hieronymi o lo que es lo mismo, Orden de San Jerónimo. La noticia en estos días de octubre de 2021 es que muy pocos monjes vivos pueden utilizar estas siglas: tan solo seis. En el cenobio de Santa María del Parral, último reducto de la Orden Jerónima, solo quedan seis monjes, muchos de ellos ya muy mayores. He podido verlos a todos durante mi estancia en el refectorio, la capilla o paseando por el claustro o la huerta. No parece que haya mucha vocación nueva en esta orden, la más contemplativa después de los Cartujos, por lo que parece condenada a desaparecer en poco tiempo. Es de suponer que el monasterio, propiedad de algún ministerio o comunidad, será ocupado por otra orden cuando esto llegue a suceder. Hay que decir que la parte femenina de la orden, monjas jerónimas, si hay muchas en bastantes monasterios.
Todo lo que rodea a esta historia está referido en numerosos vídeos en la plataforma Youtube, algunos de ellos muy interesantes, por lo que animo al curioso lector a asomarse por allí a algunos de ellos para poder darse una idea de la magnificencia del monasterio y de la «agonía» de la orden jerónima.