Durante este último año hemos aprendido muchas cosas nuevas por mor de la pandemia. El impactante cambio que ha supuesto la reducción de la movilidad de los individuos ha motivado la aparición de nuevas formas y usos en las relaciones personales. Muchas de las interacciones que antaño eran presenciales han pasado a ser hogaño ausenciales, por lo general utilizando métodos telemáticos. Planteamientos que hace un año eran teóricos — el trabajo desde casa, por ejemplo— han quedado verificados y requeteprobados en estos últimos meses. Ahora ya se sabe que se puede. Pero no todo es miel sobre hojuelas porque han aparecido situaciones no contempladas que a la luz de los últimos acontecimientos requieren una pensada en profundidad.
Asisto a cursos telemáticos, planteados como tales desde su concepción. Con cierta frecuencia se escucha a los alumnos de estos cursos intervenir a través del micrófono o del chat para manifestar su deseo —ahora que ya parece que es viable— de volver a las clases presenciales. Deberíamos tener claro que una actividad que se ha planteado como «a distancia» debe empezar y terminar en esa modalidad. Los próximos que se planteen… ya se verá, dependiendo de la situación. Pero los que abogan por la vuelta a la presencialidad lo hacen hablando desde su particular punto de vista, asumiendo que la ubicación física del curso será en un lugar relativamente cercano a su domicilio al que se podrán desplazar. En mi caso, algunos de los cursos que sigo me serían imposibles de atender si fueran presenciales, simplemente por la distancia de mi domicilio a las previsibles aulas. Y sé de algunos alumnos que están siguiendo los cursos —estos cursos telemáticos— desde el extranjero.
En diferentes actividades estos meses han dejado huella y planteado nuevos problemas. Voy a comentar tres que conozco bien en los mundos laboral, formativo y divulgativo.
En el mundo laboral voy a referirme al caso de mi buen amigo José María. Empleado informático, sus desplazamientos diarios al trabajo desde su domicilio suponían un verdadero dolor al laborar a turnos y tener que emplear autobús y metro para recorren una gran distancia. Desde marzo de 2020 lleva realizando su labor desde su domicilio sin ningún problema, básicamente con la misma intensidad que si estuviera en su oficina. Se ha demostrado que se puede. Volver a la presencialidad supone un cambio radical —a peor— en su conciliación familiar y tener que volver a unos desplazamientos que suponen mucho tiempo e incomodidades.
En el mundo formativo yo asistía a cursos de humanidades para mayores en el campus de una universidad. Está bien lo del café antes o después de las clases o charlar con los compañeros, pero había un gasto de tiempo y dinero en el desplazamiento a las aulas. En lo que se refiere estrictamente a la clase, yo la sigo mucho mejor desde mi casa, con la pantalla y la voz del profesor nítida y clara, sin cuchicheos, teléfonos que suenan, toses, gente que entra y sale durante la clase… Es verdad que se pierde interacción con el profesor, pero se gana en claridad, intensidad y limpieza de las clases. Ahora se está planteando el pasar a modalidades híbridas como paso previo a volver a las presenciales como antaño. Veremos en estas híbridas si no se encuentra el profesor solo en clase o con cuatro amiguetes que aprovechen para quedar a tomar un café con la excusa. Yo, por mi parte, en casita, que estoy mejor.
Y en el mundo divulgativo ha sido una revolución. Se ha podido asistir a multitud de conferencias en estos últimos meses a través de la pantalla del ordenador, tableta o teléfono. Por referirme a una que ha tenido lugar estas dos últimas semanas, hablaré de «Getafe Negro», conferencias y charlas alrededor de la novela negra que se llevan celebrando en Getafe desde hace más de una decena de años. Yo asistí en el pasado, presencialmente, a alguna de ellas, pero el desplazamiento a Getafe desde mi domicilio me echa para atrás. En la imagen pueden ver un pantallazo de la sesión celebrada el pasado viernes 29 de octubre de 2021 en el Espacio Mercado, sito en la Plaza de la Constitución de Getafe, pero que yo pude seguir en directo a través del canal de Youtube. Uno de los ponentes, Paul Preston, participaba desde su domicilio en el Reino Unido. Y la cuestión no es que yo pudiera pensar en asistir, sino que muchos asistentes lo hacían desde Suramérica u otros países del mundo. Y con otra ventaja adicional: las conferencias quedan grabadas y pueden visualizarse posteriormente, porque no siempre se puede asistir a todo lo que se desea, ya que algunas veces coinciden con otras actividades. Por mencionar otro ejemplo de la miríada de ellos que hay, invito al curioso lector a asomarse a este enlace.
Probablemente yo sea un rara avis pero mucho me temo que cuando pueda elegir entre presencialidad o ausencialidad me decante en la mayoría de las ocasiones por esta última opción. Los cafés, comidas o abrazos con los amigos o compañeros se pueden realizar sin la excusa de asistir a clases o conferencias. Ya sé que la individualidad y la falta de relaciones personales físicas pueden suponer un problema, pero trataré de lidiar con él y compensarlo con actividades específicas.