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domingo, 16 de diciembre de 2018

PORTADAS




Desde hace ya varios años, una decena, hago todo lo posible porque mis lecturas sean en formato electrónico. En varias entradas de este blog a lo largo de estos últimos años he hecho abundantes comentarios sobre el particular. En este tiempo he ido afinando mis pareceres sobre las ventajas y desventajas que tiene el convertirse en un e-lector. En este sentido hoy quiero referirme al asunto de las portadas de los libros, un tema nada baladí y que supone muchos quebraderos de cabeza a escritores y editoriales: una portada atrayente puede ser vital en el acercamiento del lector a un libro, siendo esto válido para ambos formatos, electrónico y papel.


Quienes se hayan enfrentado al diseño de la portada de un libro, bien directamente o bien aconsejado por expertos, sabrá bien el esfuerzo que supone hasta que se da por finalizado el proceso. Aun así, con el tiempo y en el caso de libros que tienen varias ediciones y largo recorrido en el tiempo, las portadas pueden cambiar. Muchos de los clásicos y no tan clásicos podemos encontrarlos con diferentes portadas a lo largo de los años. La retentiva visual es muy importante en las personas y por ello nos puede sonar un libro que hayamos leído en el pasado más por la portada que por el título o el autor.


Cuando la lectura era en papel, el acercamiento del lector al libro a lo largo de los días y semanas que empleaba en su lectura suponía una visualización de la portada, lo que servía para fijar la imagen de la misma en la memoria una y otra vez una. Hay portadas especialmente preciosas y llamativas, aunque como en todo en la vida, para gustos hay colores. La portada del libro «Cronometrados» de Simon Garfield que reproduzco a continuación me ha resultado, a mí, muy atractiva. Llamó poderosamente mi atención, así como el comentario un poco escondido que reza «Cómo el mundo se obsesionó con el tiempo». Aparte de ser un tema que a mí me interesa, la portada llamó mi atención y tengo que decir que ha tenido gran parte de la culpa de haberlo leído. Los letraheridos conocerán este tema sin ningún lugar a dudas.

Por el contrario, el acercamiento a la lectura de un libro digital en un lector electrónico obvia de manera radical el asunto de la portada. Muchos de ellos, los más recomendables y preferidos por mí como son los de tinta electrónica, muestran el contenido en blanco y negro, con lo que el atractivo de la portada se reduce drásticamente. Además, algunos de ellos bien por diseño o por personalización del lector, en el primer acceso al libro se posicionan en el texto y tienes que dar para atrás para llegar a la portada, una operación que por lo general no se hace o por lo menos yo no hago. Con ello, aunque estemos un tiempo a diario leyendo un libro, la portada no aparece salvo que expresamente la busquemos. Esa fijación de la imagen que se conseguía con el libro en papel ha quedado relegada, tanto, que incluso por momentos y a mí me ha ocurrido, no sabemos ni el título ni el autor del libro que estamos leyendo (esto es un poco exagerado, pero puede ocurrir). 

Una solución a este «inconveniente» podría ser imprimir la portada al tamaño de la funda —siempre muy recomendable que nuestro lector electrónico tanga su funda (y una correa de seguridad añado)— y fijarle de alguna manera en ella de forma que podamos verla una y otra vez cuando nos dispongamos a la lectura. Rizando el rizo, podríamos después guardarla en un álbum de fotos de los de antes de forma que tuviéramos un registro físico de los libros que vamos leyendo. Esto de guardar el dato de los libros leídos es importante porque con el tiempo, a mí me ha ocurrido, no recordamos todos y podemos llegar a iniciar la lectura de uno, insisto que me ha ocurrido, y darnos cuenta al cabo de algunas páginas que la historia nos suena. 


La memoria tiene sus limitaciones y con el tiempo ocurren estas cosas, que se solucionan con un registro manual o ahora que casi todos tenemos ordenador en casa una base de datos de los libros leídos. Yo la empecé en 2004 y a día de hoy llevo registrados los 842 libros devorados desde entonces. En años anteriores leí muchos más, pero esos quedan confiados a la memoria.


Antes he hablado del libro en papel como una ventaja en este asunto de las portadas. A mí particularmente no me sirve, porque como ya referí en la entrada «MARGINALIA» de este blog, los libros en papel que leo los forro por temas de conservación si son míos o de mayor cuidado si son prestados, con la finalidad añadida de poder tomar notas. Tendría igualmente que imprimir esa copia de la portada de la que he hablado antes y fijarla de alguna manera en el forro. Claro que, puestos a pensar, podría comprarme una impresora de gran tamaño y generar el papel del forro con una plantilla que incluya la imagen de la portada ya impresa…