Ayer sábado 28 de marzo de 2020 realicé a primera hora de la mañana, mientras desayunaba, mi rutinario vistazo a mis dos cuentas bancarias para ver su situación y sacar mis también rutinarios pantallazos. Desconozco si muchas personas son conscientes de que, con los cambios realizados en los últimos años, no tenemos una constancia fidedigna de la situación de nuestras cuentas bancarias; el papel ha desaparecido en la mayoría de los casos y todo lo que tenemos es una relación electrónica que en un momento concreto puede desaparecer. No sirve de mucho el guardar pantallazos de la situación diaria, porque ya se sabe que todo lo electrónico tiene poca validez dado que es muy susceptible de ser falsificado, pero algo hay que tener al menos como una base por si fuera necesario. Un pantallazo de la situación diaria al principio de la mañana y guardar en nuestro disco duro los extractos mensuales de nuestras cuentas es lo menos que todos deberíamos hacer.
En uno de los bancos con los que trabajo, ING, ayer por la mañana todo estaba normal. En esta época de confinamiento por el SARs-COV-2 —este es el verdadero nombre del virus y no COVID-19 que es la enfermedad que provoca— las cuentas bancarias tienen poco movimiento salvo por los recibos cargados, de los que también guardo una copia en mi ordenador. Pero a eso de las 13:27 de ayer recibo un wasap de mi buen amigo José María, escueto, que decía: «No funciona ING, parece que les ha expirado el certificado». Efectivamente, ni el acceso a la página web ni la APP de los teléfonos móviles funcionaba.
Pasaba el tiempo y ninguna noticia hasta que a tres minutos de las 16:00 horas, un trino en Twitter informaba de una «incidencia técnica»...
Lo
de os mantendremos informados es un eufemismo, porque no todos los clientes tienen
Twitter ni son seguidores de ING ¿Cómo se informa entonces?
Como
bien había detectado mi buen amigo José María, el problema es que les había
caducado el certificado que permite el acceso seguro a la página web y a la App
de los teléfonos móviles. En la imagen que figura al principio de esta entrada
se constata que a las 13:00 del sábado caducaba el certificado.
Estamos
en una situación excepcional. Las rutinas de muchos de nosotros, tanto en nuestro
aspecto personal como profesional se han visto tremendamente alteradas y
cuestiones que eran básicas y que funcionaban por si mismas están sufriendo
problemas. Un ejemplo que todavía no se ha producido. El conserje de mi
urbanización verifica el estado de llenado del depósito de gasoil para avisar a
la compañía encargada de su reposición cuando baja de un determinado nivel en previsión
de quedarnos sin gasoil. Al estar en la situación que estamos, dudo mucho que
esa revisión se siga produciendo con lo cual podemos quedarnos sin
suministro en cualquier momento. Son daños colaterales que emergen debido a la
situación anómala en la que nos encontramos.
¿Qué
departamento o qué persona era la encargada de renovar el certificado digital
de ING antes de su vencimiento? ¿Lo tenía apuntado en el dietario en papel en
su mesa? ¿Hay una agenda electrónica en ING para estos casos que avise a
diestro y siniestro de un asunto tan importante? Sea como sea… el certificado caducó
ayer y dejó a un montón de clientes sin poder operar normalmente con sus
dineros.
Soy
capaz de ponerme en la piel de los empleados de ING que tuvieran que lidiar con
el asunto ayer. Yo lo he sufrido varias veces en mi vida de informático en situaciones
en que todos están tratando de solucionar el problema, pero la chispa no surge
y la situación se va deteriorando a medida que pasa el tiempo. Aunque parezca
mentira, un cortar de lleno la situación, un chiste por ejemplo, es muchas
veces la solución ¿verdad Miguel Ángel? La peor ocasión que recuerdo es a mediados
de los 90 laborando en un gran banco español, ya engullido por otro, en que
estuvimos con toda la operativa parada desde las 05:00 hasta las 23:30 de un
lunes fatídico de Semana Santa. Al final descubrimos casi por casualidad y con
ayuda de un californiano empleado de IBM lo que estaba ocurriendo, una
situación estrambótica realizada por un compañero el viernes anterior, que se
había quedado latente y dio la cara en la parada y arranque del ordenador del
lunes a las 05:00 y que no estaba recogida en los sistemas de copia. Siempre
hay situaciones excepcionales no previstas por mucho que nos empeñemos en prever
todas las contingencias. Esta fue una de ellas.
Pero
de lo que estamos hablado que ocurrió ayer es una, con mayúsculas, NEGLIGENCIA,
con perdón por alterar un poco el título y poner «neglINGencia» para adaptarlo a la situación. La RAE define negligencia como
«descuido, falta de cuidado, falta de aplicación». Pues eso, no había mucho que
hacer aquí, tan solo renovar el certificado. ¿Qué ocurrió? Nunca lo sabremos, pero
no quisiera estar en la piel del responsable de este fallo.
Pero
las desgracias nunca vienen solas. Volvemos a lo de la previsión. Pasadas las
19:00 horas de ayer sábado se conoce que se había renovado el certificado y la
página web volvía a funcionar. ¿Seguro? Pues no del todo. En el mes de
septiembre de 2019 se implantó un nuevo «mecanismo» que se conoce como de doble
autentificación, para prevenir el fraude. Con ello es necesaria no solo la
palabra clave de acceso a la página web sino una segunda verificación que se
recibe en el teléfono móvil a través de la APP instalada en el mismo. La APP no
funcionaba —y sigue sin funcionar a las 09:00 horas de hoy domingo cuando
escribo estas líneas— por lo que el acceso a la página web no es para todos
sino solo los que, es mi caso, siguen esta recomendación de la segunda
autentificación de forma parcial (cada cierto tiempo).
Yo
me he apuntado en mi agenda personal, para mediados de marzo de 2022, avisar a
ING de que renueven el certificado. No sé si me hará falta porque las «incidencias
técnicas» de ING están siendo demasiado frecuentes para el nivel que se debería
exigir a una entidad bancaria de cierta categoría, y más cuando su funcionamiento
está basado casi al cien por cien en internet y tecnologías informáticas. Eso
por no mencionar un par de encontronazos que he tenido con los procedimientos
administrativos de ING en el último año en los que me han respondido con lo de «ajo,
agua y resina». Demasiados puntos de fricción al que se añade ahora con los
vientos que corren, la vergonzosa actuación del gobierno holandés —ING es un
banco de matriz holandesa— en la comisión europea planteando una investigación
a España sobre los recursos médicos como excusa para no aprobar medidas
económicas especiales de ayuda a España e Italia. Vergonzosa la actuación de
Holanda y otros países del Norte de Europa. Solo han quedado como unos
caballeros los portugueses. ¡Chapó por ellos! Cada vez estoy más convencido de
que deberíamos dejarnos invadir por Portugal y ponernos en sus manos por unos
años para olvidarnos de nuestras tonterías (políticas) internas y ponernos a
trabajar todos a una en una misma dirección, y sobre todo con humildad y menos
mala baba, que está aflorando como la espuma en estos días tan especiales.
Lo
de «incidencia técnica» se aplica a cualquier supuesto, pero alguien debería
explicar con más detalle el asunto. Hoy en día las redes sociales dejan como se
suele decir vulgarmente «con el culo al aire» muchas incidencias porque se
comparte información fuera de los controles oficiales, una información que no
siempre es verdadera pero que se puede analizar para decidir qué es lo que se
cree o lo que no se cree. Yo no me hubiera enterado casi con toda seguridad del
asunto si no me avisa mi amigo José María. Aunque hoy, en mi comprobación
rutinaria sí que me habría dado cuenta de que la aplicación del móvil no funciona
(los pantallazos los guardo desde y en el móvil). Como es (menos que)
imprescindible hoy en día, seguiré operando con dos entidades bancarias. O
quizá tres para tener un poco de cobertura en casos como este. Lo que no estoy
seguro es que ING sea una de ellas dentro de algunos meses.